Seguro que lo habéis oído alguna vez, aunque haya sido de pasada. O a lo mejor me está leyendo el artículo un experto de dicho tema, pero da igual. Como no podía ser de otra forma, este va a ser un verano de actividades, por lo menos en Julio. Pues entre otras está aprender chino (no me enviéis comentarios preguntando por qué, pues yo todavía me lo estoy cuestionando), pero como es un támdem, yo enseño español a un chino a cambio de que el me enseñe chino a mí. Y al desgraciado que le tocó aguantarme se llama Wei (aunque se pronuncia «Wii», como la consola). En esta foto está conmigo, en su casa. Comparado conmigo, ¿Que edad apostáis que tiene? (por si alguien lee este artículo cuando hayan pasado años, que sepáis que aquí tenía 15).
Pues, aunque sea más bajo que yo y parezca más niño, en realidad tiene 23 años. ¡Increíble! Así son los chinos.
El chico en cuestión aprende a una velocidad increíble, y, me da la sensación de que está aprendiendo mucho más español que yo chino. Y no será porque yo sea buen profesor. Otra cosa, no se si será una característica general de los chinos, o de Wei en particular, pero tiene una elasticidad increíble. Si no me creéis, ved el cacho salto que se pegó (tras una vuelta de eje transversal en el aire, todo sea dicho).
Un último consejo, jamás confundas el chino con el japonés, por mucho que se parezcan a nuestros ojos; es ofensivo.
Y que conste que yo NO hice tal cosa, solo me lo advirtieron.
Pelaganso 